El Día del Maestro recuerda la obra fundacional de Domingo Faustino Sarmiento en la construcción de las bases de nuestro sistema educativo. Cada 11 de septiembre hacemos el ejercicio de reflexionar sobre el legado de nuestros maestros y revisamos nuestra misión como educadores, que en este momento enfrenta el desafío de campear un temporal económico que complica no sólo nuestra realidad cotidiana sino la vida de quienes llegan hasta las aulas para conectarse al conocimiento.
En el aula, en los talleres, en las escuelas y en todos los ámbitos educativos quienes hemos abrazado la vocación docente encontramos una realidad dolorosa, en la que se refleja la aflicción de las familias argentinas como consecuencia del impacto de la devaluación, la caída del poder adquisitivo y la constante escalada de los precios.
No es la primera vez que los docentes argentinos enfrentamos una realidad como esta. La experiencia histórica nos enseña y nos conduce por el camino de la prudencia para defender el valor supremo de la democracia sin descuidar las necesidades urgentes de quienes nos rodean.
Es por eso que, una vez más, ejercemos un rol que trasciende el plano educativo y proporciona contención, acompañamiento y soporte afectivo a quienes llegan a la escuela con le preocupación de un futuro sin certezas, con las premuras propias de un estudiante a las que hoy se agregan los pesares propios de la falta de opciones.
Por esto en este Día del Maestro seguimos haciendo lo que sabemos hacer, que además es lo que debemos hacer. Educar, preparar a las nuevas generaciones para un futuro que ya llegó, y al mismo tiempo generar un marco de contención que, a modo de refugio, permita a nuestros jóvenes sobrellevar estos momentos sin perder los objetivos, es sin dudas el mayor aporte a un país que merece nuevas oportunidades.
